La última aventura de Don Quijote

- pero mi señor Don Quijote, ¿de veras vuesa merced cavila que yendo así de cubiertos podremos atravesar los tiempos y amanecer en ese mundo nuevo? Porque para mí que lo único que sacamos son moratones en nuestras carnes y golpes en nuestras monturas, que no pasa un día que no tropecemos y caigamos al menos quince veces.


- válgame el cielo amigo Sancho que es la última manera que me queda para vencer en la lucha contra los tantos males que aflijen al reino, y aunque como hidalgo prefiera el brillo de la espada, bien probado tengo que mi fama, de la que hablarán los libros, no se escribirá con los hechos de armas. Cierto que es bien penoso cabalgar así y a veces temo que estemos dando vueltas y nos encontremos a pocas varas de la posada de la que partimos, mientras los monstruos y los malvados siguen campando por todo alrededor y las gentes buenas no tienen caballero que las defienda. Pero entonces recuerdo la singular historia del insigne caballero Bienpensado de La Gran Esperanza, que acompañado de su fiel escudero Sombrón Cuartero, anduvo cuatro años de esta guisa, con gran sacrificio y callado heroísmo, aunque sus trapos eran negros y no verdes, que hasta en eso es mayor nuestro padecimiento. Has de saber Sancho que una mañana, por encanto y de golpe, viéronse los dos y sus cabalgaduras libres del penoso envoltorio, aupados en un gran pedestal dorado en el centro de una enorme plaza, mientras las multitudes aclamaban el nombre del caballero Bienpensado, pues el instrumento de los trapos negros había causado su prodigioso efecto y había amanecido un mundo nuevo donde reinaban el amor, la paz y la justicia. 

(texto propio)

Plaza de España, Madrid. 13 de febrero de 2021. Imagen propia.